sábado, 29 de marzo de 2008

1º Artículo: El Educador En El Siglo XXI

Mauricio Suazo Alvarez



INTRODUCCIÓN:

Nuestros tiempos enfrentan más de una teoría que explica las variables que inciden en el proceso Enseñanza – Aprendizaje. Estas teorías las podemos dividir en dos grupos.

Las primeras estiman que todos los elementos intervienen en este proceso de enseñar y aprender, estableciendo una estrecha relación de tal manera que la alteración de uno o algunos de ellos promueve resultados efímeros o superficiales.

Las segundas teorías afirman que si se modifican algunas conductas docentes y se perciben efectos positivos como consecuencia de este cambio, podría producirse una cadena de transformaciones con repercusiones altamente significativas.

Las investigaciones han establecido que la incidencia de características personales y de antecedentes familiares y formación (edad, sexo, origen socioeconómico, preparación recibida, etc.) no tiene relación significativa frente al grado de aprendizaje de los alumnos.

Podemos afirmar – en este primer análisis – que resultan mas evidentes las relaciones de aprendizaje de los alumnos en lo referente al comportamiento del docente; organización de las clases, flexibilidad, claridad y entusiasmo.

A este nivel conviene añadir la importancia del compromiso y el estimulo que siente el alumno con su aprendizaje, rendimiento y su propio concepto de persona. En el sistema social debemos considerar como valiosas – para el logro del hecho educativo – las relaciones entre los profesores, directivos docentes, profesor – alumno, escuela – comunidad. Lo distante, fluido, estrecho o activo de estas relaciones inciden notablemente en el proceso enseñanza – aprendizaje.

El estamento común de los distintos niveles: salas de clases, establecimiento educacional y comunidad, es el profesor. El docente actúa, entonces, como educador, orientador, evaluador, promotor de objetivos, ideas y planes de aprendizaje.



NUESTRA REALIDAD:

La sociedad chilena se enfrenta con datos específicos entregados por el SIMCE y PAA. Es un problema social que se relaciona con la calidad y equidad de la ecuación. Sobre la base de estos resultados se llego la conclusión – discutible por cierto – del pésimo nivel de la educación básica y media. Sin embargo, el antecedente de la aplicación del SIMCE en los colegios es parcial puesto que no se considera al momento del análisis. Decimos parcial, por cuanto los alumnos reciben instrucciones de retirarse a sus domicilios una vez aplicado el test. Los resultados son obvios: los niños se apresuran en el desarrollo, no se comprometen en los resultados, puesto que “no lleva nota al libro“, y entregan su prueba con respuestas omitidas o incorrectas.
Habiéndonos referido brevemente a este punto, podemos establecer dos niveles de acción macro – educativos.

La primera tarea esta centrada en mejorar la educación produciendo una motivación en la unidad educativa por superar las deficiencias en rendimientos de las asignaturas, enriquecer el desarrollo sensorial de los alumnos, mejorar el clima organizacional de la escuela, acrecentar las relaciones de padres y apoderados con el establecimiento, entre otras prioridades que cada colegio debe dimensionar según sus propias realidades. Ello depende de sus proyectos educativos educacional.

Surge, luego, otra tarea, ya más personal y de opción docente, puesto que al observar el ejercicio pedagógico se puede establecer una relación entre la manera cómo enseñar a los alumnos y el modo cómo ellos mismos han sido formados.

El ejercicio docente presenta, por regla general, las siguientes características:

1. Aprendizaje mecánico y poco reflexivo.

2. Objetivos generales, específicos y de tránsito ajenos a los intereses de los alumnos.

3. Apego a la dimensión cognitiva, dejando de lado, generalmente, la crítica y el análisis.

4. Dimensión unilateral de conocimientos: no se observa un enfoque holístico.

5. Contenidos alejados a la realidad del alumno; ambiente social, geográfico y cultural no siempre son tomados en cuenta para la realización de clases y el diseño de los programas.

6. Métodos didácticos centrados en el profesor: exposición oral, dictado, completación de oraciones. El “diálogo” profesor – alumno procede como un juego de adivinanzas, orientadas a reforzar la capacidad de retención más que de reflexión.

7. Relación vertical profesor – alumnos. No se favorece la reflexión, la crítica de temas propios del interés del alumno. El profesor decide, pregunta, corrige, evalúa, el alumno acata, responde, es corregido, pero no queda claro su aporte, su idea o percepción de la realidad.

Las mencionadas conductas no son solo de nuestros tiempos, sino una consecuencia histórica que a partir de la década de los 60 han acompañado un proceso macro – social de reubicación de la posición del profesorado en el ámbito cultural. Hubo una pérdida de prestigio social de la actividad docente. El quiebre de modelos educativos agotamiento de estilos, ausencia de paradigmas alternativos en educación que involucra a profesores, alumnos y la sociedad que lo rodea.

NUESTRO DESAFÍO.

En este tiempo de modernidad, en que la historia se escribe tan a prisa, el problema es saber el tipo de escuela, alumno, sociedad e individuo con el cual el profesor deberá enfrentarse.
Hemos dejado mencionado en la introducción que al proceso que sirve la educación chilena se debe – en un principio – a que los planes y programas no satisfacen a los requerimientos de nuestra sociedad. Es obvio que los soportes educacionales, técnicos y científicos serán el punto de desarrollo del siglo que se avecina, con un país vinculado a la C.E.E. Las mallas curriculares – hasta ahora estáticas – deben dejar el paso a un currículum flexible y balanceado tanto vertical como horizontalmente.

Numerosos estudios apuntan hacia el profesor como principal agente de cambio. Entonces se habla de “competencias docentes” o “nuevas competencias docentes”, estas cubren las capacidades de los profesores para; comunicación, creación y uso de recursos didácticos, relaciones humanas, evaluar y juzgar el comportamiento humano, planificar y conducir una clase, entre otras. El problema mas serio no es el desafío que nos impone el tiempo, sino que la capacidad de adaptación de nuestras universidades a estas exigencias y los recursos humanos técnicos y económicos que ella posee y el provecho que de estos se logra.

Por esta razón, el desafío que debemos enfrentar como educadores del siglo XXI, dueños de un claro conocimiento del ser humano, es a nivel de competencias personales y profesionales, puesto que resulta más certero superar estas áreas, que esperar mejoras sustanciales en otros recursos.
Lo primero que debemos dejar establecido es el carácter voluntario y vocacional docente. Quien sea profesor llega a ser dueño de una capacidad intelectual y ciertas potencialidades logradas tras a lo menos cinco años de estudio, más otros tantos de perfeccionamiento y ejercicio profesional.

Luego, nuestra premisa es la vocación. Serán vanos los esfuerzos por enfrentar el siglo XXI si no poseemos una clara, certera y consciente vocación docente. Ninguna competencia (aptitud, idoneidad, conocimiento, actitud, destrezas para educar) será suficiente si no nos “sentimos llamados a…”, por esta razón la realidad educativa exige que los profesores asuman una actitud en cuanto a sus competencias personales y profesionales. Ambos niveles de desarrollo profesional lo entendemos de la siguiente manera:

1. COMPETENCIAS PERSONALES.

El mundo post moderno ha dejado atrás las luchas ideológicas, con la caída del Muro de Berlín, la unificación de Alemania y el desmantelamiento de las fuerzas nucleares como armas de “disuasión” orientan las preocupaciones a la paz social, la consolidación de los derechos humanos, la protección del recurso natural en el planeta, y el perfeccionamiento del sistema democrático.

Los graves problemas se revelan con violencia, sin esperar – en ocasiones – una etapa evolutiva como la historia os había enseñado; los nacionalismos, la ineficiencia de los organismos internacionales en la consolidación de la paz son algunas de las circunstancias. Nuestro país no está ajeno a todo ello. Los alumnos preguntan puesto que manejan información clara, científica, fidedigna (Internet, TV cable, revistas, diarios, videos, teléfonos, fax). Nuestro alumno es “parabólico” e el sentido de captar las señales del exterior, sin límites de idiomas, fronteras, espacio y tiempo. Aquí el problema es: ¿qué responden los profesores?

“Nadie enseña lo que sabe”, solía decir un muy querido y antiguo maestro. Así el educador del siglo XXI debe tener un grado suficiente de seguridad en sí mismo de resolver el deterioro de su capacidad intelectual en atención a la vigencia cada vez más breve de los conocimientos que adquiere. Luego, saber comunicar sus ideas a fin de generar el aprendizaje en sus alumnos. Estos sencillos requerimientos personales han de orientarse con una solidez moral y profundos principios, éticos, basados en una amplia cultura a fin de comprender su tiempo; el pasado, presente y futuro.

El siglo XXI, necesita de líderes intelectuales – hoy ausente- que estimulen y actúen como mediadores de antiguas generaciones – aún dolidas por las circunstancias que les tocó vivir – y las nuevas.

Pareciera ser que todas las bondades de los hombres son suficientes para diseñar el perfil del profesor. No es la idea. La lista sería interminable e inoficiosa.

Según el currículum escolar necesario para el siglo XXI lo cotidiano y lo universal estarán presentes en la formación del joven. Lo primero para valorar la familia como célula fundamental de la sociedad, lo universal como un simple instrumento que le permita involucrarse sin perder la identidad. El educador en el umbral del siglo XXI en torno a su propia labor de enseñar.

Si la educación es un proceso constante que abarca el transcurso de la vida del individuo, entonces ser educador supone una autonomía intelectual y moral que lo obligue a no caer en la masificación. Solo así se logra un enfoque humano, en su doble dimensión individual y social. Esta autonomía permite el juicio sereno, reflexivo, ajeno a las doctrinas y compromisos subalternos.

2. COMPETENCIAS PROFESIONALES.

Las ciencias de la educación, en su amplio y enriquecedor dominio deben estar presentes en la formación y ejercicio profesional del educador del siglo XXI.

El profesor es dueño de competencias profesionales que deben ser – si no renovadas – implementadas a fin de que pueda asumir con eficiencia y eficacia los desafíos que mencionamos para el siglo nuevo.

Tomando como punto de partida una concepción moderna de educación, esto es; humanista, permanente, integral, pertinente, participativa, interdisciplinaria, integrada y democrática, el profesor podrá desarrollar su labor en respuesta a las funciones que ella le exige.

Son muchos los profesores que se especializan en sus áreas, puesto que descubren que sus conocimientos ya no poseen la versatilidad ni la claridad de un principio. Ahora el docente puede ser – con bastante buen éxito por cierto – administrador, investigador, orientador, evaluador y creador. Lo que suma a su tradicional rol de planificador y ejecutor.

El educador tiene que integrar – siglo XXI – equipos multidisciplinarios, multisectoriales y comunitarios, cada vez con mayor frecuencia. Su acción será efectiva, a través de diseños educacionales, programas de enseñanza con objetivos claros e inteligentes.

La exigente comunidad educativa pedirá manejar metodologías que faciliten el aprendizaje de estructuras globales de distintas áreas del saber, dejando de lado la dañina separación del conocimiento. Estas metodologías permitirán mejorar las relaciones con su entorno grafico y social. El siglo nuevo es de un abierto espacio formador, revisor de conductas, valores, ideas, objetivos de los profesores y por lo tanto, de los alumnos.

Llegamos, así, a lo ineludible: las instituciones formadoras de docentes en sus diversos cursos de pre y postgrado. Un currículo por integrado que se encuentre en la malla de asignaturas basado en las competencias profesionales, no es posible sin un estudio científico sobre los nuevos requerimientos del sistema educativo que se incorpora a la comunidad económica europea.

Una vez definido el asunto, se requiere un consenso de las unidades educativas a fin de facilitar la integración a través, por ejemplo, del proyecto educativo institucional, proyectos de aula, o P.M.E.

CONCLUSIÓN.

La unión del saber ser, vale decir, lo concerniente al desarrollo como persona en plenitud, animado por una vocación de ser mas persona a través del trabajo y el saber hacer lo que implica un manejo eficiente, eficaz y coordinado de los recursos humanos y materiales del quehacer pedagógico, son al menos, las líneas de reflexión, análisis y trabajo efectivo que promueven la definición del educador en el umbral del siglo XXI.



ANÁLISIS:

El autor plantea muy bien en su texto dos puntos esenciales del área educacional, uno de estos es el saber ser, que significa una búsqueda de la realización personal que nos convoca a crear un proyecto de vida, y que permitirá a su vez, un mejor desarrollo intelectual y también a ser mejor persona. El otro punto importante a señalar en sus argumentos es el saber hacer, que implica llevar el conocimiento a práctica, para poder resolver algo concreto, teniendo así la intención de llamarnos a que nos hagamos expertos en enseñanza.

Para estos logros u objetivos ciertamente hay que saber detectar cuales son los desafíos que se presentan en este siglo XXI, para nosotros los educadores.

Pero creo, para poder entender claramente porque es que buscamos desesperadamente cambios en la educación es importante apreciar la labor del docente, que sin duda es educador, orientador, evaluador, promotor de objetivos, ideas y planes de aprendizaje, y que me atrevería a decir que sin todo lo que él nos aporta no podríamos concebir lograr un mundo mejor.

Ya señalado aquello es pertinente acentuar que actualmente nos encontramos con un problema social que se refiere al peyorativo nivel tanto en la educación básica como en la educación media y esto se refleja notablemente en los resultados que nos brindan los sistemas nacionales de evaluación, que tiene como propósito mejorar la calidad y equidad de la educación, así por ejemplo el SIMCE y PSU.

Los alumnos frente a estos test no presentan ninguna seriedad, ya que para ellos no tiene ninguna mala consecuencia en caso de que sus resultados sean incorrectos o simplemente no sean respondidos.

Refiriéndose a esta problemática el autor interpreta dos tareas establecidas en la acción macro – educativa.

“La primera tarea esta centrada en mejorar la educación produciendo una motivación en la unidad educativa por superar las deficiencias en rendimientos de las asignaturas, enriquecer el desarrollo sensorial de los alumnos, mejorar el clima organizacional de la escuela, acrecentar las relaciones de padres y apoderados con el establecimiento, entre otras prioridades que cada colegio debe dimensionar según sus propias realidades. Ello depende de sus proyectos educativos educacional”.

La segunda tarea es de opción docente, ya que de este modo se puede instaurar el modo como enseñar a los alumnos y como ellos han sido formados. Para fundamentar aquello me valgo de las reglas generales punteadas por el señor Suazo:

1. Aprendizaje mecánico y poco reflexivo.

2. Objetivos generales, específicos y de tránsito ajenos a los intereses de los alumnos.

3. Apego a la dimensión cognitiva, dejando de lado, generalmente, la crítica y el análisis.

4. dimensión unilateral de conocimientos: no se observa un enfoque holístico.

5. Contenidos alejados a la realidad del alumno; ambiente social, geográfico y cultural no siempre son tomados en cuenta para la realización de clases y el diseño de los programas.

6. métodos didácticos centrados en el profesor: exposición oral, dictado, completación de oraciones. El “diálogo” profesor – alumno procede como un juego de adivinanzas, orientadas a reforzar la capacidad de retención más que de reflexión.

7. Relación vertical profesor – alumnos. No se favorece la reflexión, la crítica de temas propios del interés del alumno. El profesor decide, pregunta, corrige, evalúa, el alumno acata, responde, es corregido, pero no queda claro su aporte, su idea o percepción de la realidad.

Problemas diversos hemos tratado en clases, se hablado de la importancia en implementar información a los alumnos en cuanto a temas cotidianos que pocas veces son conversados, o simplemente omitidos, y es importante porque debemos formar personas cultas de la realidad que viven, informadas de lo que no saben, brindandoles de este modo aparte de una enseñanza, en nuestro caso del Inglés, valores.

Según mi experiencia en un colegio cristiano, su entrega de valor la siento hoy en día una de las mejores herramientas con las que hoy cuento, junto a otras como la dedicación de sus educadores en proporcionarnos enseñanza con insentivos, siendo un ejemplo de esto, de acuerdo al tema de los test que evaluan la calidad de educacion, por saber ellos que para nosotros era agradable y muy bienvenido el hecho de ir al colegio vestidos con ropa de calle, nos estaba permitido hacerlo los días de ensayo de PSU, asi como también los fines de cada mes. O cuando el curso completo cumplia los records esperados, nos pagaban un desayuno tomado de la mano de lo que tanto nos fascinaba, vestir ropa de calle.

Concluyendo con mi visión, convengamos entonces que el proveedor de los cambio necesarios para la educación es el profesor y es a él a quien le corresponde, como educador del siglo XXI adoptar competencias personales y competencias profesionales, ya que “Ninguna competencia (aptitud, idoneidad, conocimiento, actitud, destrezas para educar) será suficiente si no nos sentimos llamados a…”

Y sin duda debieremos tomar toda nuestra experiencia escolar y hacer contraste con lo que creemos fue equivocado y esforzarnos por tratar buenas competencias, que nos otorguen el propósito de entregar un aprendizaje con autonomía intelectual y moral, todo con miras a perfeccionarse,y claremente para ello sintamonos capaces de usar recursos didáctios que innoven y contribuyan a la calridad de lo enseñado, del modo como nos enseña el profesor.


AUTOEVALUACIÓN:

a) Presento un texto que trata los temas desde una perspectiva educativa y es de mucho interés. (esto por que todos mis compañeros y compañeras están invitados a leer mis textos y comentarios)

5

b) Presento un texto que tiene una extensión mínima de al menos el equivalente en Word a 3 hojas de oficio. (el máximo no está regulado)

5

c) La presentación la he realizado de tal manera que sea de fácil lectura (respecto al color, tamaño y diseño de la letra) y se puede distinguir con claridad, en la presentación, el texto de mi análisis.

5

d) Le he incorporado al texto algunos gráficos o dibujos o fotografías alusivas al tema tratado, pues considero que esto invita a una lectura más amena y denota más interés por parte del o la autora del blog (y he incorporado mi propia fotografía)

5

e) Inicio mi análisis planteando como yo entiendo lo desarrollado por el autor (parafraseo)

5

f) Durante el análisis planteo con claridad mis planteamientos, críticas, puntos concordantes o discordantes con el autor/a.

3

g) Durante el análisis utilizo frecuentemente el recurso “citas de otros autores” para reforzar lo que he planteado yo, o algún punto que considero importante tratado por el autor del texto.

5

h) Las citas que utilizo son de diversas fuentes, tales como, otros autores buscados por mi, autores o ideas tratadas en clases, citas de presentaciones o disertaciones de mis compañeros, citas de artículos anteriores, etc.

1

i) Realizo en mi análisis aplicaciones o referencias a nuestra realidad educativa si es un texto extranjero, o a realidades educativas que yo he vivenciado para explicar con un sentido contextual el texto presentado.

5

j) En el último punto del análisis presento una síntesis de lo que he querido expresar, a modo de conclusión.

5

Mi suma total de puntos, según la suma parcial anterior, es de 44 puntos.

La nota de mi autoevaluación es: 6.16