jueves, 26 de junio de 2008

4º Artículo: Relaciones entre profesores y alumnos

Por Valentín Martínez-Otero; Profesor-Doctor en Psicología y en Pedagogía.


La única manera genuina y fecunda de promover el desarrollo personal en la escuela pasa por crear un ambiente de cordialidad y confianza que permita al educando sentirse aceptado, valorado y seguro. Toda relación magisterial debe tener en cuenta este elemental principio de comprensión, estimación y ayuda, que algunos han dado en llamar “eros pedagógico” o amor educativo, tomado aquí en su mejor sentido y en el que, por supuesto, no tienen cabida sus perversiones, (v. gr., el acoso sexual). Al abrigo del salón de clase crece la intimidad entre adultos y adolescentes o niños sin que tenga por qué corromperse su interacción. Lo nuclear en la relación educativa saludable es el afecto. Sin aceptación, respeto, consideración y cuidado de las personas, la formación queda interrumpida. Por su actualidad y potencia evocadora me permito citar la película “Los chicos del coro”, dirigida por Barratier, en la que se patentiza magistralmente que la educación pertenece al dominio del corazón. Las relaciones no son algo superfluo que la moda pedagógica reclama como vía para edulcorar la vida escolar. Ha de recordarse que la educación acontece gracias a las relaciones y orienta a las personas hacia la convivencia. Este elevado fin se torna escurridizo si antes no se ha practicado cotidianamente en las instituciones educativas. Así pues, la demanda de relaciones rigurosamente personales en la educación no responde al capricho o a la frivolidad, sino al hecho incontestable de que el educando necesita el encuentro interhumano profundo y auténtico para alcanzar su plenitud. Se sabe que durante la infancia, la privación escolar habitual de interacción personal sólida y bien trabada, probablemente dimanada de la inadecuación discursiva docente e institucional, empuja al niño hacia la soledad y el fracaso. Si el alumno no compensa esta insuficiencia con atmósfera familiar comprensiva y cálida el lastre puede acompañarle toda la vida. Las carencias relacionales continuas activan resortes defensivos que pueden oscilar entre la inhibición y la agresividad y que suponen un estrechamiento del repertorio comportamental. Este recorte de dilatación personal a veces se traduce en inseguridad, retraimiento, soledad, desconfianza, hostilidad, pesimismo y amargura.

La despersonalización escolar

Un marco educativo poco propicio para la sintonía, la participación y el diálogo empuja fácilmente a los alumnos hacia la despersonalización, penoso proceso teñido de sentimientos de extrañeza, agobio y alejamiento. Los discapacitados, inmigrantes y escolares pertenecientes a minorías étnicas son algunos de los alumnos que más escollos se topan en el que puede ser un arduo camino por los recintos escolares. Un centro educativo desprovisto de calidez y hospitalidad impregna negativamente a los alumnos, los desvitaliza y achica. El espacio de encuentro y comunicación se transforma en desierto, en el que clama la voz del maestro ante un auditorio mortecino. Si no fuese por las poderosas corrientes despersonalizadoras que fluyen por la escuela y la sociedad hablar de “educación humanista” sería un pleonasmo. Sea como fuere, la adjetivación viene a enfatizar la idea de que en la educación verdadera hay que poner el corazón y aun el alma por delante. El lenguaje de las relaciones pertenece en gran medida al campo de los sentimientos. La afectividad es precisamente la que informa del vínculo educativo, pues permite perforar el caparazón de la individualidad para conectar con el otro (alter ego). La racionalización extrema degrada la educación y la convierte en actividad rutinaria, fría, gris, burocrática y estéril, despojada de sentido vital y trascendente.


Alianza pedagógica

Nada tiene de raro que la calidad de la “alianza educativa” entre profesor y alumno sea un buen predictor del éxito educativo. La educación, de hecho, es un proceso de naturaleza relacional en el que el diálogo asume un papel fundamental tanto en la construcción de significados compartidos, como en la aproximación y el encuentro personal. Merced a este tipo de contacto humano se operan cambios positivos en el educando. Por eso un discurso docente unidireccional y unidimensional, a diferencia de la genuina comunicación plena de ida y vuelta, resulta tan pobre. La intersubjetividad en el aula es esencial. El mejor escenario para la formación y la transformación personal es el que ofrece un centro educativo animado (dotado de alma), impulsor de trabajo y en el que se cultivan las relaciones. La mala educación ignora a los alumnos, les arrebata la ilusión y los enyuga. Claro que pueden surgir problemas de comunicación, pero no por ello han de adoptarse actitudes fatalistas. Las tensiones y conflictos no deben convertir el aula en un “campo de batalla”. Las alteraciones graves del ambiente educativo requieren un abordaje de todo el claustro con el concurso de las familias. Ante las adversidades adquiere singular relevancia la postura comprensiva, empática y amistosa. Las dificultades en las relaciones constituyen oportunidades para reconducir el proceso a través de la receptividad, la negociación, la discusión guiada, la apertura a otros puntos de vista, la clarificación de malentendidos, etc. La constatación de que en algunos alumnos el fracaso escolar es consecuencia de deficiencias comunicativas con los profesores, invita a consignar que todo docente debe adquirir de modo teórico-práctico durante su período de formación una competencia social básica que le permita manejar y canalizar adecuadamente el acontecer relacional en el aula, sobre todo en etapas críticas y en escuelas multiculturales. No se trata, ni mucho menos, de que los profesores sean psicólogos, pero sí de que adquieran las habilidades comunicativas necesarias para desarrollar su labor en entornos heterogéneos y en situaciones eventualmente difíciles. La relación educativa es compleja, fluctuante, multidimensional, multidireccional, y potencialmente muy enriquecedora para todos los participantes. La interacción está condicionada por las características de profesores y alumnos (creencias, sentimientos, necesidades, circunstancias, etc.). La asimetría entre unos y otros no ha de llevar a situaciones surrealistas, como la de aquel niño del poema aleixandrino que ve en el alto y magno pupitre desdibujado el bulto grueso, casi de trapo, dormido y pusilánime del abolido maestro.


El papel del profesor

El profesor ha de tener especial cuidado para no acomodarse en la posición de poder que le confiere su rol. Dejarse arrastrar por sentimientos de superioridad supone desenfocar la propia imagen y consiguientemente la de los alumnos, que definitivamente quedan instalados en posiciones inferiores. En estos casos, es posible que salga ganando el ego docente, pero se pierde en calidad relacional y formativa. La autoidealización responde sobre todo a la necesidad de compensar carencias personales. La máscara de arrogancia, orgullo y dominación aleja al profesor de sus alumnos. La inflación profesoral se acompaña de infravaloración de los escolares. Las relaciones educativas requieren la búsqueda de una distancia interpersonal óptima, variable según las situaciones e igualmente atenta a la necesidad de afiliación del alumno y a su proceso de individuación. Cualquier aproximación debe realizarse con tacto. La comunicación en el aula ha de ser instructiva y orientadora, cognitiva y emocional, es decir, total. De este modo, la relación educativa cumple la doble exigencia de enseñar y de dejar su huella en la personalidad del educando. No en vano, se comunica algo a alguien. En el fluir relacional en el aula al profesor corresponde desplegar cantidad y calidad de recursos comunicativos verbales y no verbales. Mi modelo pentadimensional para analizar el discurso docente, puede servir de referencia para la mejora de este trascendental aspecto. La adecuación y elaboración discursivas se tornan totalmente necesarias en las complejas situaciones educativas. La adopción de un discurso integral y sólido, atento a las vertientes instructiva, afectiva, motivadora, social y ética, se ha de extender, mutatis mutandis, a todo el cuerpo profesoral por sus beneficiosas consecuencias en la educación, especialmente sentidas en el rigor del lenguaje, en la viveza de las conversaciones, en la canalización de la afectividad, en la atracción de los mensajes docentes, en la proyección social y, cómo no, en el compromiso moral. El discurso facilita la regulación del aula, la presentación de nuevos contenidos, la preparación y estructuración de las clases, etc. Queda claro que en la práctica educativa la dimensión técnica debe conciliarse con la dimensión humana. El encuentro educativo es ante todo acontecimiento emocional, vivificador y profundo. Aunque siempre haya un componente de misterio o secreto en la educación el profesor está llamado a guiar al educando merced a su particular “ars educandi”. La desatención de una de sus vertientes deja la educación menguada. En la actualidad hay que tener especialmente en cuenta el sello cultural de las comunicaciones. También el registro discursivo específico de los jóvenes, no para sucumbir a él, sino para conocerlo y en lo posible facilitar el tránsito a un código más elaborado y académico.


Vocación y diálogo educativo

El vínculo profesor-alumno no puede explicarse simple y exclusivamente como una relación laboral. El profesionalismo es esgrimido por docentes legalistas que, en observancia de sus contratos, encorsetan espacio-temporalmente la relación con el educando. Afortunadamente, hay normas que regulan las condiciones de trabajo, porque si no fuese así la educación se convertiría en terreno propicio para la germinación de abusos. La dedicación a la misión formativa ni ha de servir de coartada para la explotación del profesor ni debe confundirse con una mera actividad fabril y burocrática despojada de su núcleo humano. La falta de vocación y de disposición afectiva para la relación interpersonal a veces pretenden ocultarse bajo la capa de la rigidez horaria. Tampoco se trata en absoluto de primar la actitud docente paternalista, sino de reconocer el valor del encuentro interpersonal en todo proceso educativo, lo que supone adoptar una posición comprometida, democrática, dialogante, generosa, horizontal y bipolar, muy alejada de cualquier mecanicismo. Para que las relaciones educativas sean verdaderamente personalizadas es preciso que el profesor se gane a todos sus alumnos, uno a uno, desde la dedicación, el conocimiento y la cercanía. El alumno, durante largo tiempo silenciado, recupera la palabra a través del diálogo educativo. En esta atmósfera conversacional todos los actores, por chicos que sean, respiran aire puro, energizante y acrecentador de personalidad saludable. El príncipe de nuestras letras, Miguel de Cervantes, muestra en El Quijote (II, 12) la potencia educativa del diálogo, patentizada en la paulatina sapientización del leal y entrañable escudero Sancho Panza, tal como se aprecia en esta conversación:


“- Cada día, Sancho –dijo don Quijote-, te vas haciendo menos simple y más discreto.
- Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced -respondió Sancho-; que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas vienen a dar buenos frutos: quiero decir que la conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha caído; la cultivación, el tiempo que ha que le sirvo y comunico; y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales, que no desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuesa merced ha hecho en el agostado entendimiento mío”.

ANALISIS:
Este artículo pretende reflexionar sobre las relaciones humanas entre profesores y alumnos, enfatizando en que la labor del profesor debe nutrirse del contacto interpersonal sincero y profundo.

Hay un punto muy importante en cual concuerdo con la opinión de la autora, referente a la base esencial para una enseñanza fructuosa, y es “Crear un ambiente de cordialidad y confianza que permita al educando sentirse aceptado, valorado y seguro”Y para que exista este tipo de ambiente es fundamental que eduquemos con amor.

Días atrás tuvimos que analizar un articulo llamado “La responsabilidad de la educación a la persona”, en donde la autora recita algo muy cierto y por que no digno de destacar: ”El amor hacía los educandos es algo que nos compromete humanamente porque “No hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres. No es posible la pronunciación del mundo, que es un acto de creación y recreación, si no existe amor que lo infunda. Siendo el amor fundamento del diálogo, es también diálogo…El amor es esencialmente, tarea de sujetos. Si es fundamental que el sujeto que ama tenga en el ser amado el objeto de su amor, se hace indispensable que aquel sea reconocido por éste también como objeto de su amor. El hecho de ser ambos objeto del amor, uno del otro, los hace sujetos del acto de amar. El amor es un acto valiente, nunca de miedo, es compromiso con el hombre concreto, en el mundo y con el mundo”

En los tiempos actuales cada vez se hace más necesario crear alzos afectivos con el educando, respecto al contexto educativo, de otro modo siendo frívolos y teniendo conductas trabadas lo único que logramos será que el alumno se sienta solo, incomprendido e incluso los conducirá al fracaso.

Debemos colocar un alto a la despersonalización, que es el hecho de quitarle el carácter distinto e individual a una persona. Hay que tratarlos como personas con sus cualidades particulares, sin llegar a un trato de desigualdad, invitarlo a compartir con todos su entorno educativo utilizando, sin duda alguna, un dialogo educativo que oriente y sea formativo.

Lamentablemente existen muchos casos, que debido a la escaza comunicación conducen a la limitación del alumno, por tanto es hora de reivindicar tal hecho y sintamos nos participes de una educación con cantidad y de calidad partiendo por una interacción bidireccional donde halla una retroalimentación, aceptar que los alumnos también tiene mucho que enseñarnos, dentro de todo que se sientan libres de tomar sus propias decisiones, dejemos que piensen, es decir entreguémosles la información que necesitan junto a una orientación y ellos sabrán elegir la manera que conduzca sus conocimientos.

Para poseer buenos lazos con los educandos, ya lo decía, hay que educar con amor, esto implica que debemos trabajar desde nuestro interior, ser empático, prestar ayuda cuando halla problemas, pero también construir una competencia profesional que nos haga expertos en lo que hacemos, ya que “La mala educación ignora a los alumnos, les arrebata la ilusión y los enyuga.”

Otro rasgo a erradicar es el sentimiento de superioridad que asume, en casos, el profesor debido al poder que le confiere dentro del aula. El porque es obligatorio erradicarlo, lo explica muy bien en pocas palabras la especialista en su obra, “La racionalización extrema degrada la educación y la convierte en actividad rutinaria, fría, gris, burocrática y estéril, despojada de sentido vital y trascendente.”

Haciendo un paréntesis, pero con referencia al tema hablado, el año pasado vi la película citada a modo de ejemplo en el artículo, llamada “Les Choristes” o “Los chicos del coro “y puesto que este año estoy comenzando nuevamente mis estudio de Pedagogía en Ingles, el año pasado en un ramo de la carrera, Psicología del Desarrollo tuve que analizar la película bajo los conceptos de Condicionamiento Operante y Condicionamiento Instrumental que son niveles de aprendizaje del Conductismo con esto quiero explicar que el tipo de enseñanza que practicaba El educador, Mathieu , es un paradigma del educador que intenta llegar a las personas y desde ahí sacar lo mejor de ellas mismas, es un buen ejemplo a seguir.

En poca palabras todo anteriormente dicho se resume en que hay que ganarse uno a uno a los alumnos y esto es entendiéndolos, sacándoles provecho a las ganas que tiene por saber, tratarlos con igualdad y hacerlos sentir personas y sobre todo mantener una comunicación bidireccional. De esta manera ellos se unirán a nosotros y a sus compañeros creando así fuertes lazos.


EVALUACIÓN:

a) Presento un texto que trata los temas desde una perspectiva educativa y es de mucho interés. (esto por que todos mis compañeros y compañeras están invitados a leer mis textos y comentarios)
5
b) Presento un texto que tiene una extensión mínima de al menos el equivalente en Word a 3 hojas de oficio. (el máximo no está regulado)
5

c) La presentación la he realizado de tal manera que sea de fácil lectura (respecto al color, tamaño y diseño de la letra) y se puede distinguir con claridad, en la presentación, el texto de mi análisis.
5
d) Le he incorporado al texto algunos gráficos o dibujos o fotografías alusivas al tema tratado, pues considero que esto invita a una lectura más amena y denota más interés por parte del o la autora del blog (y he incorporado mi propia fotografía)
5
e) Inicio mi análisis planteando como yo entiendo lo desarrollado por el autor (parafraseo)
5
f) Durante el análisis planteo con claridad mis planteamientos, críticas, puntos concordantes o discordantes con el autor/a.
5
g) Durante el análisis utilizo frecuentemente el recurso “citas de otros autores” para reforzar lo que he planteado yo, o algún punto que considero importante tratado por el autor del texto.
5
h) Las citas que utilizo son de diversas fuentes, tales como, otros autores buscados por mi, autores o ideas tratadas en clases, citas de presentaciones o disertaciones de mis compañeros, citas de artículos anteriores, etc.
4
i) Realizo en mi análisis aplicaciones o referencias a nuestra realidad educativa si es un texto extranjero, o a realidades educativas que yo he vivenciado para explicar con un sentido contextual el texto presentado.
3
j) En el último punto del análisis presento una síntesis de lo que he querido expresar, a modo de conclusión.
5
Mi suma total de puntos, según la suma parcial anterior, es de 47 puntos.
La nota de mi autoevaluación es: 6.58

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